El primer objetivo manifiesta el compromiso de los países que suscribieron la Declaración del Milenio en disminuir la extrema pobreza, lograr el empleo pleno y productivo y reducir el hambre hasta el año 2015.

Esta meta ocupa un lugar central en el conjunto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, debido a que la pobreza extrema guarda estrecha relación con carencias como la desnutrición, la mortalidad, la falta de educación y de acceso a agua y saneamiento, entre otras, que se encuentran reflejadas en el resto de las metas.

Presenta la relación existente entre el mercado de trabajo y el mejoramiento de los aspectos materiales del bienestar de las personas y reconoce la importancia del empleo como mecanismo que potencia el progreso en los restantes ODM. Además, reconoce la importancia de las mujeres y los jóvenes en el aporte económico y productivo.

El hambre es la resultante de la inseguridad alimentaria y nutricional, la que se expresa, por un lado, en el consumo insuficiente de alimentos para satisfacer los requerimientos energéticos, y por otro, en la desnutrición. La desnutrición en niños y niñas es una de los efectos más directos del hambre, porque genera un daño crónico tanto en la salud física de los menores como en la mental.